El Arte de vivir
Existió hace muchos años en una finca alejada de la ciudad, una humilde campesina que tenía por costumbre reunir retazos de telas variados y de vistosos colores y cuando tenía suficientes, se dedicaba con la consagración propia de quien disfrutaba su trabajo a unirlos uno a uno, con una costura fina, firme y apropiada. Juntaba de tal manera los pedazos, que no quedaba entre uno y otro la más mínima unidad para desunirse y desbaratar la obra. Después de muchos días y de varias semanas de coser los retazos, con sus manos hábiles y delicadas extendía su trabajo sobre la cama nupcial y sonreía frente al producto de su fe, de su confianza, de su estima y de su dedicación.
La obra era una colcha de colorido que alegraba los ojos de toda su familia, con el peso suficiente para sostenerse sobre la cama y no estropearse en el suelo; entre costura y costura recogía calor para dar amor a los esposos. Era como un manto que cobijaba para dar descanso, cantaba para dar energía y adormilaba para soñar. Con los años la campesina murió, pero la colcha quedó y aún la conservan en la familia.
Cerca de esta finca había una Institución Educativa, con un maestro que tenía la misión de enseñar todas las asignaturas. Este docente que no era especializado en ninguna, preparaba muy bien las clases para cumplir. De él se decía que tenía mística, vocación y un modelo extraño de dinamizar el aprendizaje; en matemáticas enseñaba la honradez: “Se aprende a hacer cuentas y a manejar los números, decía, para no engañarse, ni engañar a los demás”.
Enseñaba a multiplicar servicio, a sumar cooperación, a restar mala voluntad y a dividir ganancias y virtudes entre todos: Unía las matemáticas con las sociales, relacionando las operaciones con el tiempo y el espacio. Hacía recorridos geográficos por el mundo y la historia, resaltando las bondades de los protagonistas. Valoraba a los inventores, a los líderes, a los indígenas, a los campesinos, a los generales, a los soldados y a los labradores. Enseñaba a amar el arte, a los artistas, a las obras y los artesanos; mostraba la belleza de la naturaleza y la conectaba con gratitud hacia Dios.
Unía la vida del universo con la del ser humano y con la de todas las criaturas en el área de las ciencias naturales. En castellanos con sinónimos y antónimos y conjugaciones, mostraba la importancia de la comunicación expresada con palabras decentes, optimistas sutiles, respetuosas y tolerantes. En el área de dibujo dejaba volar la imaginación, con símbolos que tuvieran significado para la vida, la familia, la patria, la identidad y el sentido de pertenecer a la madre tierra. Creía en el fuego y se confundía con sus muchachos en movimientos lúdicos que llenaban de alegría y de espontaneidad el aprendizaje. Era un maestro que unía los valores con todas las asignaturas. Como la campesina que cosía retazos, entre maestros cocía saberes entre sí, con una costura que le daba consistencia a todo.
Como aquella mujer, el tejía una colcha que se constituía en formación integral; era una sola educación que entusiasmaba a los estudiantes con el dinamismo necesario para mantener el interés del grupo, entre materia y materia, la costura lograba que esta educación sirviera para la vida.
Era un docente que reflejaba actitudes de amor por su trabajo. Para él dictar clase, era un medio de formación total. Entendía que los valores no se enseñan, sino que se integran al trabajo, se viven y se sienten. La ética era una costura con la que tejía los saberes, siendo consecuente y dándose así mismo, más que a la mente, llegó al corazón de los jóvenes.

Feliz Día del maestro!

1 comentario:

  1. Un momento para agradecerles a todos los maestros que dia a dia desempeñan una magnifica labor.. como la es educar y hacer jovenes capaces de constituir una nacion, llena de valores, ideales, enseñanza, capacidades.. y otras cracteristicas que le serviran a un chico el defenderse y el perfecto aprovechamiento de los recursos a la hora de estar en sociedad.

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